Al finalizar el
pleistoceno se inicia el Holoceno, con sus consecuencias en la extinción de
gran número de animales y la aparición de especies nuevas.
Gracias al proceso de
desglaciación surgen nuevas zonas de vida en la cordillera, de modo que áreas
antes cubiertas por nieve son poblados por bosques de plantas de altura o
pastos naturales favoreciendo así la vida de las manadas de camélidos y
cérvidos, así como de animales esteparios.
Después de la
desaparición de las viejas industrias indiferenciadas del Pleistoceno, surge
durante el Holoceno, un grupo nuevo de cazadores superiores con la tradición de
puntas de proyectil foliáceas y pedunculares, y otras piezas como cuchillos,
raederas, raspadores realizados generalmente con fina técnica, entre estas la
de trabajo a presión. Esta tradición se difundió a lo largo de los Andes, desde
Venezuela hasta la latitud de Mendoza, en Argentina. Por su similitud tienen
una relación con la industria de Norteamérica.
Los portadores de
esta industria empezaron a establecerse por primera vez a lo largo de los Andes
hace más o menos 10,000 años a.C. o poco más. Eran cazadores y recolectores que
ocuparon principalmente las cavernas o reparos altoandinos, especializados en la
caza de camélidos como vicuñas (Vicugna
vicugna), guanaco (Lama guanicoe),
llama (Lama glama); y cérvidos como
tarucas (hipocamelus antisensis) y en
la recolecta de raíces y tubérculos microtérmicos.
El sitio epónimo de
esta antigua tradición de cazadores y recolectores andinos es el yacimiento de
Lauricocha, en Huanuco. Otros sitios conocidos de este periodo son los de
Ranracancha, en cerro de Pasco; Pachamachay y Tilarniyoc, en Junín; Tres
ventanas, en Chilca; Toquepala, en Tacna; Guitarrero y Quiskipunku, en Ancash;
Huanaqueros y Sumbay, en Arequipa; Pampa de los Fósiles y Paijan, en la
Libertad; Luz y Canario, en Ancón, etc.
El hombre de Toquepala.- se encuentra en el
departamento de Moquegua. Su historia podría comenzar así: atraídos por la caza
de auquénidos, los hombres de la sierra empuñaron sus garrotes y cruzaron un
paisaje de volcanes y lagunas que moría a orillas del mar. Eran todos
recolectores de semillas y de caracoles, desconocedores absolutos de la
agricultura, hombres que ceñían todos los actos de su vida a un mágico ritual. Haciendo
sus garrotes y cansados de perseguir a
los guanacos encontraron un día una gran cueva y decidieron descansar, acaso
también defenderse del frio, porque encendieron hogueras como lo atestiguan las
cenizas. Lo cierto fue que este descanso resulto muy prolongado, tiempo
indefinido a lo largo del cual el brujo del grupo, a la luz de las antorchas,
pinto escenas relacionadas con la caza. Así fueron apareciendo en las paredes
rocosas y oscuras, una serie de figuras pequeñas y grandes de animales acosados
por ligeros cazadores armados de garrotes.
La cueva fue
casualmente descubierta por Miomir Bojovich a fines de 1960 y explorada por
Emilio Gonzales García el siguiente año.
El hombre de Lauricocha.- Lauricocha, una cueva en la
serranía del departamento de Pasco, alcanza la primera prueba directa: restos humanos. En efecto, entre 1958 y
1959 el ingeniero peruano Augusto Cardich exploro las concavidades
prehistóricas de la zona, logrando ingresar a una cueva y cavar su suelo,
descubriendo en él hasta ocho estratos. En el sexto, precisamente sobre el
octavo estrato de piedra caliza y un séptimo de arena que integraba un
arroyuelo nacido de las filtraciones, aparecieron tres esqueletos a 3.30 metros
de profundidad.
El hombre de Lauricocha cuyos restos exhumo
Cardich, arrojaba una estatura de 1.62 metros; tenía el cráneo dolicocéfalo, la
cara ancha, los arcos superciliares pronunciados y la nariz algo aplastada. Las
mujeres no eran tan corpulentas, llegando apenas a 1.53 metros, pero tanto
ellas como sus maridos evidenciaban rasgos musculosos. La vida del hombre de
Lauricocha puede
No hay comentarios:
Publicar un comentario