viernes, 7 de junio de 2013

LOS PRIMEROS CAZADORES SUPERIORES

Al finalizar el pleistoceno se inicia el Holoceno, con sus consecuencias en la extinción de gran número de animales y la aparición de especies nuevas.
Gracias al proceso de desglaciación surgen nuevas zonas de vida en la cordillera, de modo que áreas antes cubiertas por nieve son poblados por bosques de plantas de altura o pastos naturales favoreciendo así la vida de las manadas de camélidos y cérvidos, así como de animales esteparios.

Después de la desaparición de las viejas industrias indiferenciadas del Pleistoceno, surge durante el Holoceno, un grupo nuevo de cazadores superiores con la tradición de puntas de proyectil foliáceas y pedunculares, y otras piezas como cuchillos, raederas, raspadores realizados generalmente con fina técnica, entre estas la de trabajo a presión. Esta tradición se difundió a lo largo de los Andes, desde Venezuela hasta la latitud de Mendoza, en Argentina. Por su similitud tienen una relación con la industria de Norteamérica.

Los portadores de esta industria empezaron a establecerse por primera vez a lo largo de los Andes hace más o menos 10,000 años a.C. o poco más. Eran cazadores y recolectores que ocuparon principalmente las cavernas o reparos altoandinos, especializados en la caza de camélidos como vicuñas (Vicugna vicugna), guanaco (Lama guanicoe), llama (Lama glama); y cérvidos como tarucas (hipocamelus antisensis) y en la recolecta de raíces y tubérculos microtérmicos.

El sitio epónimo de esta antigua tradición de cazadores y recolectores andinos es el yacimiento de Lauricocha, en Huanuco. Otros sitios conocidos de este periodo son los de Ranracancha, en cerro de Pasco; Pachamachay y Tilarniyoc, en Junín; Tres ventanas, en Chilca; Toquepala, en Tacna; Guitarrero y Quiskipunku, en Ancash; Huanaqueros y Sumbay, en Arequipa; Pampa de los Fósiles y Paijan, en la Libertad; Luz y Canario, en Ancón, etc.

El hombre de Toquepala.- se encuentra en el departamento de Moquegua. Su historia podría comenzar así: atraídos por la caza de auquénidos, los hombres de la sierra empuñaron sus garrotes y cruzaron un paisaje de volcanes y lagunas que moría a orillas del mar. Eran todos recolectores de semillas y de caracoles, desconocedores absolutos de la agricultura, hombres que ceñían todos los actos de su vida a un mágico ritual. Haciendo sus garrotes y cansados de perseguir  a los guanacos encontraron un día una gran cueva y decidieron descansar, acaso también defenderse del frio, porque encendieron hogueras como lo atestiguan las cenizas. Lo cierto fue que este descanso resulto muy prolongado, tiempo indefinido a lo largo del cual el brujo del grupo, a la luz de las antorchas, pinto escenas relacionadas con la caza. Así fueron apareciendo en las paredes rocosas y oscuras, una serie de figuras pequeñas y grandes de animales acosados por ligeros cazadores armados de garrotes.
La cueva fue casualmente descubierta por Miomir Bojovich a fines de 1960 y explorada por Emilio Gonzales García el siguiente año.

El hombre de Lauricocha.- Lauricocha, una cueva en la serranía del departamento de Pasco, alcanza la primera prueba directa: restos humanos. En efecto, entre 1958 y 1959 el ingeniero peruano Augusto Cardich exploro las concavidades prehistóricas de la zona, logrando ingresar a una cueva y cavar su suelo, descubriendo en él hasta ocho estratos. En el sexto, precisamente sobre el octavo estrato de piedra caliza y un séptimo de arena que integraba un arroyuelo nacido de las filtraciones, aparecieron tres esqueletos a 3.30 metros de profundidad.

El hombre de Lauricocha cuyos restos exhumo Cardich, arrojaba una estatura de 1.62 metros; tenía el cráneo dolicocéfalo, la cara ancha, los arcos superciliares pronunciados y la nariz algo aplastada. Las mujeres no eran tan corpulentas, llegando apenas a 1.53 metros, pero tanto ellas como sus maridos evidenciaban rasgos musculosos. La vida del hombre de Lauricocha puede

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